Vitalidad, energía, entusiasmo, alegría. Son palabras que hacen referencia directa o indirectamente a estados anímicos que habitualmente son deseables por la mayoría de personas.
Todos ellos forman parte de lo mismo y, me atrevería a decir, que no se da uno sin los otros, están intrínsecamente relacionados.
Solemos asociar la vitalidad, la energía y el entusiasmo sobre todo a la infancia y a la juventud. No obstante, seguro que todos conocemos personas de mediana edad y ancianos que transmiten entusiasmo, que son vitales, que tienen energía para realizar multitud de actividades, con las que generalmente disfrutan.
La pregunta sería ¿qué es lo que hace que determinadas personas independientemente de la edad consigan sentirse vitales, transmitan entusiasmo, alegría?
La vitalidad tiene que ver con el sentirse vivo, con la capacidad de tener el nivel de energía tanto físico como mental para realizar acciones. La fortaleza física nos servirá para realizar aquellas tareas en nuestra vida diaria y la fortaleza mental nos servirá para afrontar los acontecimientos de una manera positiva.
Tiene que ver con nuestra salud y está a su vez responde en gran medida a nuestros hábitos de alimentación, de descanso, de ejercicio.
También tiene que ver con nuestra actitud ante lo que nos sucede y lo que sucede a nuestro alrededor. Las personas con una actitud positiva ante las dificultades, que buscan soluciones en lugar de quedarse en lo que no ha sido, anclados en la queja, que confían en sus posibilidades, y que se ponen en marcha, son personas con una gran vitalidad. Las actividades que emprenden las hacen con gran dedicación e implicación estando al 100%.
Su actitud tiene un impacto importante en su entorno, ya que el entusiasmo se contagia y transmite a las personas que les rodean.
Las preocupaciones, la ansiedad y el estrés son factores que reducen drásticamente la energía y la vitalidad. El dar vueltas continuamente a un problema y llenar nuestra cabeza con pensamientos derrotistas, negativos suele producir dolores de cabeza, tensión, provocando un gran cansancio y a bloqueo.
En el lado opuesto de la vitalidad está la falta de entusiasmo, la desidia, el aletargo, la desmotivación, la depresión.
Las relaciones que tenemos también pueden ser un factor que contribuya a disminuir nuestra energía y vitalidad. Un entorno familiar o profesional, donde el tipo de relaciones que establecemos están caracterizadas, por el mal humor, los reproches, la falta de confianza, la falta de comunicación, ya sea por las propias personas que nos rodean o por cómo reaccionamos ante ellas, será un buen caldo de cultivo para que nuestra vitalidad se vaya apagando.
¿Qué es lo que podemos hacer para incrementar nuestra vitalidad?
– Tener unos hábitos adecuados de alimentación (horarios, alimentos, etc)
– Tener momentos para descansar a lo largo del día
– Dormir las horas necesarias
– Hacer un poco de ejercicio
– Desarrollar una actitud más positiva
– Gestionar adecuadamente nuestras emociones
– No mantener las relaciones tóxicas
– Realizar actividades en la naturaleza
Todo ello depende de nosotros, de nuestra conductas y de nuestro compromiso con conseguir aquello que deseamos.
A través del Movimiento Expresivo conseguimos incrementar nuestro nivel de energía movilizando todo nuestro cuerpo de una manera fluida y equilibrada. Conectamos con nuestra capacidad de disfrute y con nuestra capacidad de expresarnos (con una mirada, un movimiento, un sonido) de una manera relajada y sin tensiones. En definitiva podemos conseguir disfrutar de esa Vitalidad plena del momento.
Si te interesa el tema puedes informarte del próximo taller donde podrás experimentar esa vitalidad.
Ahora es tu turno si deseas dejar algún comentario. Te agradezco tu aportación.
¿Qué te ayuda a ti a sentirte vital?