¿Has notado ese rubor en tu cara signo inequívoco de tu vergüenza?
Y además, cuando lo percibes notas como cada vez crece y crece. Se expande cada vez más ese calor.
¡Que sensación más horrorosa! ¿verdad?
Y el problema no es tanto la sensación, sino el hecho de que no puedes articular palabra, no puedes mirar al otro u otros, no puedes ni tan siquiera moverte.
El deseo irrefrenable de ¡Tierra trágame!, o teletransportarte a otro lugar!
¿Qué te ocurre con la vergüenza?
“No me gusta bailar porque lo hago mal y me da vergüenza”
“Los exámenes orales los odio porque tengo que hablar y me da vergüenza”
“A veces no pregunto en clase porque igual es una tontería lo que digo”
“En las reuniones de padres del colegio me pone nerviosa hacer alguna pregunta”
La vergüenza tiene que ver con el temor a cometer un fallo, a hacer algo mal o a salirte fuera del código establecido en tu entorno familiar, de amistades o social.
Se pone en tela de juicio tus habilidades, conocimientos, inteligencia, aspecto, y si encajas o respetas lo convenido socialmente (con tu imagen o comportamiento) y aceptado por la mayoría.
Ahí estás tú haciendo algo que esperas sea aceptado y valorado por los demás y están las personas de tu entorno que serán testigos de tu fallo y lo señalarán, haciendo burla o critica. Como resultado de ello queda tu imagen dañada. La que tu tienes de ti misma y la que tienen los demás.
Esa es la escena temida y es la que intentarás evitar y eludir por todos los medios posibles.
Te llevará a la inacción, a no hacer.
En realidad, es esa vocecita interna que te pone sobre aviso de todo lo que te ocurrirá y sobretodo que se burla de ti, que te compara con los que sí son capaces de hacerlo y te recuerda que tú no puedes.
El tema no es tanto el fallo en sí, probablemente no se acabe el mundo por ese error, sino el no poder soportar el fallo porque va a suponer no ser aceptada, no ser bien vista, no ser valorada.
Cómo se construye la vergüenza
La vergüenza en si misma no es mala o negativa, es conflictiva cuando hace que te inhibas comprometiendo tu expresión.
A lo largo de tu vida habrás tenido episodios, experiencias en las que la imagen de ti misma ha sido puesta en entredicho:
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Cuando empezaste a ir al cole un día se te escapó el pipí y te viste delante de todos tus compañeros mojada y tal vez señalada
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Cuando participaste en la obra de teatro y se te olvidó parte del texto allí delante de todos los papás y algunos compañeros te lo recriminaron
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El día que te preguntó en clase la profesora y en ese momento te pilló desprevenida y no pudiste articular palabra y todos estaban pendientes de ti
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La exposición en clase de aquel trabajo que habías preparado tan
bien y al empezar se te cayeron todos los papeles y estallaron las risas de tus compañeros de clase.
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El primer día de trabajo que te pasearon por la oficina sin aviso previo para presentarte a tus compañeros y te salió un hilito de voz.
En la infancia habitualmente el que avergüenza es alguien externo, ya sean otros niños o adultos (padres, profesores, abuelos, etc).
A medida que creces ese rol, el del avergonzador, lo vas asumiendo tu misma poco a poco. Es esa vocecita que te acompaña y te recuerda: “Vaya mal que lo has hecho”, “has metido la pata hasta el final”, “eres un desastre”, etc.
Los ingredientes de esta receta:
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Si eres objetiva, reconocerás que realmente existe un fallo, ya sea porque algo no has ejecutado correctamente (no vamos a entrar en el nivel de auto exigencia) o porque no estás en consonancia con el código social.
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La burla y la humillación (ya sea la que te pueden hacer los demás o la que tu misma te haces) que acompaña al señalar ese fallo, es el ingrediente que desestabiliza, es el que debe ser sustituido por otra alternativa constructiva.
¿Por qué utilizar la burla y la descalificación?
Cuando es entre hermanos, compañeros, amigos, es una manera de diferenciarse del otro y de ponerse en el otro lado, es decir, en el lado de los que si pueden, no fallan, etc.
Con este comportamiento entras en competencia con el compañero avergonzado.
Es una manera de valorarse a uno mismo y de compararse con el otro, en lugar de desarrollar el compañerismo y una actitud más amorosa hacia los demás.
También es un reflejo de qué Valores son los que prevalecen en tu entorno y en las relaciones que estableces.
En el caso de que lo hagan los adultos, habitualmente es con una intención de mejora, de enseñanza. Piensan que si te exponen a la vergüenza aprenderás más rápido.
Lamentablemente eso no es así y lo único que pueden conseguir es sembrar en ti la semilla para que tu avergonzador interno se desarrolle.
¿Qué hacer con tu vergüenza?
Para poder curar tu vergüenza y conseguir mostrarte y expresarte tal cual eres, sin corsés ni tensiones, es importante conocer cómo funciona tu avergonzador interno.
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Puede ser que te prevenga o te avise de todo lo que van a decirte o van hacer los demás en el momento en el que cometas un fallo.
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O simplemente será la voz que te señalará bruscamente y sin piedad el fallo en el momento que ocurra.
Esa parte de ti necesita aprender que si bien señalar el fallo es necesario, no se trata de entrar a examen cada vez en la búsqueda del sobresaliente o excelente.
El ingrediente que debe utilizar es el aprendizaje, reconocer que la vida es un continuo aprendizaje y para que haya aprendizaje debe de haber errores y fallos.
Y la guinda que puedes poner es el sentido del humor.
Puedes reconocer tu fallo y buscar la parte cómica, porque tú no eres sólo tu fallo eres mucho más.
Todos cometemos fallos y nos equivocamos en algún momento u otro, todos tenemos áreas más desarrolladas que otras.
Cuando has sentido la vergüenza y te ves sin recursos para afrontarla, se convierte en un freno que limita tu capacidad para disfrutar de expresarte, improvisar y experimentar en tu vida.
La Clave para poner a tu vergüenza a raya
Si quieres expresarte y mostrarte abiertamente sin sentirte cohibida u oprimida, te propongo esta tarea.
1) Piensa en una escena ya sea real o imaginaria y completa estas frases:
Lo que a mi me da más vergüenza es … (bailar en publico, participar en un grupo un poco grande, hablar en una reunión de trabajo…)
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Que los que están conmigo reaccionen diciendo… reaccionen pensando….
Una vez hayas hecho esto, observa que tiene tu voz interior en común con lo que has imaginado. Qué es lo que dice o hace igual. De esta manera tendrás más claro cual es tu voz interior, cual es su cualidad.
2) Ahora establece un dialogo con tu voz interna en el que le explicarás:
-«Lo que siento cuando me hablas de este modo…”
– “La parte que tienes de razón es…”
– “ Me ayudarías si tu manera de hablarme y decirme los errores fuera…”
Explícale con todo lujo de detalles lo que sientes y lo que necesitas. Establecer un dialogo entre ambas partes internas tuyas y para que ambas reconozcan que forman parte de un todo y por lo tanto buscar la cooperación y una mirada amorosa.
La manera de salir victoriosa es llegar a ese nivel en el que estarás en mejores condiciones de hacer frente a las situaciones que te provocan vergüenza porque aceptas que se pueden cometer fallos y que la vida es un proceso de aprendizaje continuo.
Todos fallamos por naturaleza. Tu fuerza no está en ser muy inteligente, en ser eficaz, en ser fuerte, en ser guapa…
Tu fuerza está en poder aceptarte tal cual eres y mostrarte para dar la oportunidad a los demás de que te conozcan.
Tu poder está en tu capacidad de Transformación.
Y si quieres dar un primer paso para mostrarte un poco más, déjanos saber esas escenas temidas, sin vergüenza.
Te animo a seguir transformándote. Aquí estoy para acompañarte en ese camino. Solo tienes que rellenar este formulario.
1 comentario en «La Clave para manejar la vergüenza y expresarte y mostrarte siendo tu misma»